domingo, 15 de febrero de 2015

Y la edad de las máquinas llegó al fin



No hay motor que oscurezca su velo ni metal que no arrastre su noche. No hay deseo ni hay ficción, no hay luz; no hay color. Es en lo eterno que emanó de sus lágrimas al hierro donde se le habían perdido los años, las arrugas, los sueños. Sin cristal que ocupara un alma que ha parado, sin ruedas para hacer girar el universo del espíritu humano.
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¡Pasarán milenios! Y aunque arranquen los truenos el blanco del mundo, y el titanio corrompa la dermis del suelo, seguirá la carne pegada a las manos que mueven las vigas del tiempo. Quizá pierdan la órbita nuestros ojos para volar entre los planetas, quizá caiga la luna al mar e inunde la corteza terrestre. Quizá la bruma sea azul de los ríos que se retuercen perdidos en la aurora, o quizá verde, cuando la ciencia se haya ahogado en sus voces de uranio. Quizá el sol se funda y el vidrio empiece a sonreír en opaca indiferencia, pero dará igual, se apagarán farolas y la resaca habrá llegado. Rompamos una lanza; el hombre será ensartado en su propia llama.
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jueves, 12 de febrero de 2015

¿Qué decir de ti, feminismo?



Tuviste que levantarte a empujones y trabucazos de la morbidez más visceral y mecánica que nuestra sociedad te impuso. Ahora dime, ¿qué fue de ti?

Eres una bandera en la que se arropa con orgullo cualquier mujer, un arma arrojadiza desgastada en las manos de los vástagos que crecieron a tu sombra. Ya nadie sabe quién eres, tan solo recuerdan quién fuiste, eres un cementerio de elefantes en plena lucha, fuiste, venciste, pero aún te queda mucho por ganar. Naciste para desaparecer algún día, como los estandartes de batalla que son derribados una vez llega la paz, te han perdido el horizonte y ahora eres la esvástica de los desfavorecidos, el Lucifer de muchas causas. Hoy, rota, te levantas, eres un trapo sin color al que evocan con la mirada perdida en las guerras de ayer. No se dan cuenta de que ya es hora de dejar a los muertos en sus tumbas.

lunes, 9 de febrero de 2015

De noche e invierno


Como un barco, atraca la noche en mitad de la tierra,
la noche, de bruces como la flecha de un arco.
Me ovillo en su proa como un marino con miedo,
no existe la piedad con el invierno en tus manos.

Solo eso: es de noche e invierno y estoy triste,
y así, muy triste, navego por mares lejanos
desafiando la lejanía de cuando en cuando,
y cruzando el límite de todo lo que existe.